1. Detecta los prejuicios:
1. No les importa por nada.
2. Tienen tendencia al consumo de drogas.
3. No son capaces de dialogar.
2.
Establece criterios:
1.
Los adolescentes
en su inmensa mayoría se preocupan mucho por tener un futuro y se interesan en
ayudar a las personas de su alrededor. Generalmente los adultos que dicen que
los adolescentes no se preocupan por nada suelen ser personas egocéntricas que
no ven más allá de sí mismos, personas que nada más buscan su beneficio propio
y personas que cuando un adolescente no se comporta como la sociedad estipula
correcto los tachan de rebeldes, de niños sin solución, de personas
incorregibles y que no sienten respeto por nada ni por nadie, porque solo les
importan ellos mismos.
Los
adultos que tienen esos prejuicios es porque piensan que se debe vivir con unas
normas, unas directrices para el comportamiento de todas las personas, eso no
son más que prejuicios infundidos por la sociedad. Una sociedad que quiere
convertirnos a todos en personas iguales, pero no iguales en libertad y
derechos, si no igual de moldeables para hacer de nosotros las personas que
ellos quieren que seamos.
Muchos
adolescentes no piensan así, por eso se nos impone ese prejuicio, porque no
estamos dispuestos a que nadie decida que debemos de desear, que debemos
pensar, ni que debemos sentir en cada ocasión. Aunque puede que algún día
lleguemos a convertirnos en esclavos de la sociedad como el resto de adultos y
pensar así también.
2. Tampoco esta afirmación es cierta. No existe ninguna
investigación que lo confirme.
Por una parte, esta proposición se refiere a las
drogas ilegales, desconociendo las legales, como el alcohol o el tabaco.
Si tenemos en cuenta todas las sustancias que pueden
producir hábito o adicción, sin duda y sin necesidad de recurrir a
estadísticas, se reconoce que hay más adultos que adolescentes, que consumen de
forma regular, sistemática
y excesiva, alcohol y tabaco.
Si tenemos en cuenta las drogas ilegales es probable
que haya más adolescentes (aunque no seguro) que sean consumidores, aunque es
menos probable
que haya más adolescentes que sean adictos. Lo que sí es seguro es que hay más
adolescentes que ni las conocen, que adolescentes consumidores y adictos, aún
sumando ambas categorías.
Gran parte de este prejuicio se importa de Europa
Occidental y Estados Unidos, donde se cuestiona y critica la adicción juvenil, aunque se tolera e
incluso se estimula a que altos ejecutivos fumen o consuman alcohol o ambas
cosas antes de concretar un negocio importante.
También aquí, una doble moral atraviesa los planteamientos
que contribuyen a difundir los medios de comunicación.
3. En este prejuicio lo que parece más claro en la
relación intrafamiliar es la dificultad de diálogo entre padres e hijos
adolescentes. La marcada brecha generacional, que se hace más notaria sobre
todo en el adolescente urbano y de los estratos sociales medios.
Ahora, esta incapacidad ¿es exclusiva responsabilidad
de los adolescentes? ¿No es también y quizás en mayor medida, un
desconocimiento por parte de los padres de los caminos más adecuados para el
encuentro? ¿Del hallazgo de los puentes que separan ambas generaciones?
Es claro que
estas dificultades, son diferentes en las diferentes familias. Cuanto mayor es
el grado de interacción familiar y mayor el tiempo y la disponibilidad al diálogo
por parte de los adultos, menor la cantidad de adolescentes "sin
diálogo".
El incremento
en la diferenciación psicológica durante la adolescencia es necesariamente
acompañado por un incremento en la habilidad psíquica; esto se refleja por los
disturbios emocionales del adolescente de variada gravedad y efectos. Estas
explicaciones del desarrollo psicológico permiten comprender una parte de
responsabilidad.
Sin embargo pese a esta característica, propia de la
adolescencia “normal”, es probable que sea la incapacidad de los padres para
establecer un diálogo con sus hijos, el principal motivo de desencuentro.
"La persona joven está aprendiendo quién es, qué
siente, qué puede hacer y qué desea llegar a ser y debe diferenciarse de la
cultura en que se ha criado y de las personas pertenecientes a esa cultura, de
los cuales ha dependido".
A partir de
este concepto puede comprenderse gran parte de la conflictiva adolescente que
se vive en la cotidianidad. Sin embargo y a pesar estas consideraciones, es
probable que los grandes objetivos de vida, sean coincidentes para el
adolescente, su familia y su clase social. Y que por lo tanto, las
desavenencias cuando existen, no pasan de ser un ejercicio dialéctico y parte
de su formación y preparación para asumir el rol de adulto.
3. Extrae
conclusiones:
1. No hay nada de verdad en el primer prejuicio,
además es muy explícito y especifica una sola cosa, aunque no quiere decir que
no haya adolescentes así, pero también hay adultos.
2. Generalmente los adultos consumen con más
frecuencia drogas legales que los adolescentes y los adolescentes frecuentan más
que los adultos las ilegales.
La gran mayoría
de los adolescentes no ha probado las drogas nunca, y las ilegales la mayoría
ni tan si quiera se las han visto consumir a otras personas.
3. Hay muchas personas que no tienen la capacidad de
dialogar, pero el factor que influye realmente en ello no es la edad, si no la
capacidad de pensar y razonar de la persona, la capacidad para escuchar y
reflexionar sobre lo que se ha oído y así poder dar una respuesta.
Este prejuicio es incierto porque se le atribuye a un
factor de la etapa de la vida, cuando realmente las personas que no saben
dialogar son personas puntuales; no importa la raza, el sexo, la edad, ni la
clase social. Simplemente son personas que por alguna incapacidad, por falta de
tiempo, o porque no tuvieron el debido aprendizaje no son capaces de dialogar
con los demás.
Analizar así cada prejuicio sobre cualquier tipo de
persona. No nos dividimos por sexo, razas, etnias, preferencias sexuales, edad,
ni nacionalidad. Recuerda todos somos personas, todos somos diferentes, no se
nos puede calificar por grupos.