Era agresivamente caótica, triste y descarada. Era una niña que mostraba tanta confianza en sí misma que podía hacer dudar al resto, pero también era tan frágil que con dos palabras podías hundirla en la mayor de las miserias. Era siempre tan orgullosa como arrogante, escondía su humanidad detrás del humo de unos cigarros y un par de cubatas. Era tan pura, tan complicada como solo ella sabía ser. Escéptica como nadie, soñadora, irresponsable, todo un alma libre. Era, era, era tantas cosas...pero esa chica se marchó, ahora va por ahí paseando por las esquinas como solo una prostituta sabe hacer, pero ella no mendiga sexo, ni drogas, ni si quiera dinero; lo más triste es que mendiga aquello que tanto despreciaba, eso que siempre odio y que dedico su vida a despreciarlo, vaga buscando un poco de amor. Ahora lo vive en sus carnes, ella siempre lo supo: cuando el amor te atrapa en sus garras te destruye y entonces ya no hay salida. Ahora puedes insultarla cuanto quieras, todo lo que le digas se lo ha dicho antes ella frente al espejo. Ese espejo roto y manchado de sangre...
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