Un día andaba soñando con un mundo sin maldad, con un mundo en el que todos se respetaban y se querían los unos a los otros. Un mundo donde la moneda más valiosa a pagar era una sonrisa de agradecimiento y complicidad. Donde la gente no tenía que decir: Yo no ayudo porque a mí no me ayudan. Pues en ese mundo todos ayudaban por el mero placer de hacer felices a los demás. No había propiedades excepto los regalos. Todos luchaban por el bien común, nadie aspiraba a ser superior. Cuando me desperté me di cuenta de que ese planeta debería ser Marte, pues en la Tierra nunca pasaría eso. Pues nuestra sociedad ya esta corrompida. Ya que somos como un río, nacemos puros y limpios de la montaña pero ya por el camino se nos va corrompiendo la esencia y cuando vamos a morir al mar, no señores no, cuando vamos a morir al mar ya no somos los mismos. Allí estaran ellos en Marte, no sé muy bien ni por qué, ni cómo, ni cuándo, ni tan si quiera sé si sólo existen en mis sueños. Solo sé que si existen estarán hay arriba riéndose y a la vez lamentándose de nuestra mediocridad.
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