Siempre te sentí como una parte de mí, como mi bondad, mi alma y mis ganas de vivir. Eras el sistema límbico de mi cerebro, la parte que guiaba mis emociones y sensaciones. Eras una hermana que te marchaste demasiado pronto. Se que eras feliz pero no podías ser humana, una mente realista e imperturbable con esa bondad y temperamento. Eras fascinante, lo más cercano a Dios que conocí fuiste tú. Cuando te fuiste para siempre fue como si me dejaran ciega y sorda. No podía disfrutar de ninguna canción, de ningún buen libro, ni tan si quiera de la hermosura de la naturaleza. Ese año no fuí a la playa. Quise abandonar esta vida, dejar de ser buena y amasar el odio que retenía. Pues sentí que nadie jamás me protegería, porque para mí fuiste mi ángel de la guarda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario