Aún recuerdo cuando te conocí, jamás habías leído un libro. ¡Que extraña me resultaste!, pero más extrañada aún me observabas tú a mí. Yo que fuera de mis libros no había vivido nada, yo que todas mis lecciones me las habían dado lorca, becquer y mis adorados comics. Lecciones que a veces eran contradictorias. Tú que fuera de tus calles dónde eras la reina, ya tan sólo con 9 años, que ya conocías las maldades y aberraciones del mundo. Nos mirabamos extrañas, pero algo nos atraía la una a la una otra, tú me llevaste a vivir la vida, y yo te lleve a vivir tu mente. Tú me llevaste a ser alocada mientras yo te contaba cuentos e historias de miedo cuando anochecía. Nos completamos tanto la una a la otra con nos volvimos inseparables. Al tiempo me di cuenta de que era porque somos exactamente la misma persona, con la misma mente pero con distintas circunstancias. Tú en mi situación hubieras sido yo, yo en tu situación hubiera sido tu. Eres mi medio limón amargo. La tentación hecha persona. Vamos a hacer las cosas mal, ¿qué más da? Nos lo pasaremos bien. Las consecuencias vienen cuando dejas de pasarlo bien así que no paremos nunca. Tú y tus niñerías, eras la mejor. Y yo contando historias, poemas, hablándote del miedo, de la pasión, de la venganza, de las mujeres luchadoras, de la revolución rusa. Te apasionaba escuchar mis historias. Fuimos como las mil y una noches, yo te contaba historias y tú me perdonabas la vida, pero la vida nunca hubiera vivido sin ti. Durante un tiempo fuimos L.A.M., y nuestro grupo de chicas del voleibol, más tarde nos quedamos en L.M. y eso nos unió aún más. Gracias por estos años, te doy las gracias porque me llevaste a vivir, sin ti nunca hubiera vivido y me hubiera quedado sin conocer una parte de mí que me encanta. Te quiero hermanita.
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